Amigos y seguidores de blog, el próximo 18 de Octubre a las 19:30 tendré el gusto de presentaros mi Poemario "Memoria de un pasajero" en el CENTRO SOCIAL POLIVALENTE CARRER DOCTOR FERRAN 5, IBI, Alicante Alicante. Gracias a la Editorial Unamuno que el mismo día lo pondrá a la venta en España y el resto del mundo mundial.
Si yo fuera capaz de sostener tus lágrimas vacías con su rímel corrido y seco, las cortaría con el filo de mis versos para esnifarlas hasta viajar al motivo de tu llanto y acabaría él.
Y es que los días nublados de otoño estiran cada vez más fuerte de mis rarezas, sacándo estrambóticos pensamientos, tan oscuros como abstractos.
Quisiera verte al diluirme con en el azucarillo de tu café mientras lo saboreas en braguitas y vestida con mi camisa abierta de ayer noche, descalza, con tus piernas cruzadas sobre la mesa del salón. Entonces pienso que valdría la pena vivir a escondidas y morir saboreado como un pececillo en tu boca.
Pero soy el papel de una carta de amor banboleándose al paso de las embarcaciones, en el agua verde del puerto que todos ven y nadie lee. Me siento una hoja de los eucaliptos de Chapina flotando en el río, diciendo adiós a los puentes que cruzas. La corriente me lleva despedazándome a desembocar en un océano extraño, frío y oscuro que nunca cruzaré. Ahí terminaría ese camino a la locura que una vez emprendí siguiendo el perfume de azahar de la poesía; y la poesía me llevó a ti.
Y aún así dudo que las descargas tormentosas de no ser ya nada tuyo, sigan azotándome en el otro mundo igual que un rayo azota el horizonte queriendo entrar en el mismo océano.
Hoy guardo un loco que blasfema enjaulado dentro de mis costillas con la perpetua atándole las manos, llamado corazón. Esta es mi pasión inédita e insonora que, entrada en bucle, sigue una romería que va del suelo de mi casa hasta el techo de la misma, como un chimpancé trastornado por su cautiverio.
Pero más miedo que a la muerte, temo perder tu recuerdo, pese que tu vacío me fustigue por las noches y que me duela cosa mala cuando ahoga la desesperación, aunque callado lleve el peso de tu silencio como una cruz, al hombro, camino hacia un Gólgota lleno de gente con prisa, chinas con bolsos de marca, de chavales que pierden el bus, sirenas, colores y taxis blancos que les importa un carajo esta historia.
Por ello he llegado a la conclusión de que, poder, podría desaparecer con tus recuerdos, pero no me da la gana.
Vente a almorzar conmigo
un gazpacho, que es verano
lucentino y hecho a mano,
como el lazo de tu ombligo;
Vente, morena, te digo,
que a la fresca lo tomamos
y cuando digas nos vamos
del brazo a esa fiesta
que es dormir juntos la siesta,
aunque luego no durmamos.
Fuiste una mala noticia,
tarde para ser sorpresa y en eso nada me pesa
en mí tu estéril caricia.
Tu recuerdo es la tiricia
de la tiza en la pizarra, partida barra tras barra,
tachándome con desprecio;
y no es más que puro aprecio
por este que viste y narra.
En las noches solteras
entre un seto y un árbol,
veo enhebrar, sin hebras, el cielo de verano
miles de blancas perlas lineando caballos,
peces, toros y flechas,
caminos de Santiago... Tu nombre en las estrellas, bajo un león y el carro,
ellas solas se enhebran
y, en mi autismo, las ato.
Este secreto queda
por la aurora celado y en mi alma sin lengua y en los mudos tejados,
entre tú, yo y la piedra
del muro que trabamos.
La noche es una desmemoriada y su sexi azafata, la madrugada, carece de cualquier tipo de afecto; yo, que a lo Ave Fénix, nací cuando ella moría un viernes al despuntar el alba, perdiéndome así mi primera noche.
Aunque si de perder se trata, desde hace algunos años eso no es nuevo para los que mascamos la amarga melancolía cuando perdemos el sueño.
Tampoco está en mi naturaleza rajarme en plena carrera, pues contando con mi pertinaz desventaja y con la fortuna en busca y captura, puedo perder perfectamente cualquier carrera que me proponga, con todas las de la ley.
La tentación de fracasar y de quedar mal hasta con la portera, me seduce; incluso es excitante. Me ciegan los giros diabólicos de la vida, tanto como los intrincados designios del Señor, tan inescruratables, tan inalcanzables y tan prohibitivos que parece que, el maldito o bendito, me hace los patinazos a mi medida, talla y color preferido y, trás ello, siempre el inconfundible rastro de una mujer.
Con todas y ninguna, gratis aconsejo no subestimar jamás a un perdedor, pues si hay algo positivo en la nefasta vocación es, que él está acostumbrado a perder algo o a alguien, tanto e igual, que a consiguir que algo o alguien sea suyo.